viernes, noviembre 12, 2004

Una Nueva Misión

La lamparita se quemó. Pobre polillas y demases bichitos, pensó Job. Así se iba su único propósito de la noche, aunque supuso que siempre les quedaba la satisfactoria tarea de lanzarse contra su cuerpo solo para molestarlo.
La única semi luz electrónica que trataba patéticamente de atraer atención era el pequeño punto rojo que señalaba la existencia del equipo de música. Un signo de exclamación incompleto, que exclamaba atención.
Job se levanto dulcemente de su cama, y en dos pasos se encontró frente al equipo. Largos amigos por largos años. Job sabía exactamente la combinación para hacer aparecer la música. No le hacia falta luz alguna. Un par de movimientos cuasi mágicos fueron acompañados por el sonido del disco girando. Una voz salió de algún lugar de la oscuridad, implorando muerte a los hippies. Muy buena idea, pensó Job. Sería linda verla aplicada.
Job volvió con dulzura hacia su cama, esta vez le tomo cuatro pasos, pero esos dos extras fueron más bien movimientos de baile invocados por la música. Job se acostó de nuevo en su cama.
Afuera la tormenta empeoraba. O mejor dicho se volvía mas ruidosa. Los truenos subían su volumen, tratando de sentirse importantes, tratando de pasar por encima de la música, considerando esta última como un insulto hacia ellos. Los rayos comenzaron a iluminar la pieza de a flashes fotográficos. Tan sucesivos que de a momentos le hacían recordar a Job a sus noches infinitas de boliches. Esa luz que detenía el tiempo, tan terrorífica si se la acompañaba con alcohol. Job bien lo sabía.
Job desvió la mirada hacia su mesa de luz. Con cada flash admiraba con una sonrisa su arma. Cargada.
Pronto. Cuando terminara el disco, se levantaría y partiría. Mandaría a J.C. al otro mundo. Le haría pasar por el túnel de una bala. Una 45., dramático. Pero rápido y certero.
Tal vez a la vuelta pasaría por el negocio de música, si acaso llovía mucho. Compraría un nuevo disco.
Esta vez Dios no lo iba a cagar.

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