sábado, noviembre 27, 2004

Un consejo de color marrón

Una criatura piensa y una criatura desea
Poder descriaturizarse mas rápidamente de lo que camina
Porque en el fondo de las células, todos tenemos una antigua formula
Que necesita tiempo y luz para cocinarse

Y las neuronas conspiran cuando uno se duerme de noche
Y si bien uno es una criatura
Los conspiradores viejos han sido y viejos son
No trates de escapara quemandote las dudas con el sol

Amadeus sin luz

Enredándome en los cabellos de mi furia oscura
Golpeando la pared con mis gritos arruinados
Que dulce gusto las cuerdas vocales rompiéndose
Que predecible cuadro en blanco y negro

La última vela se roba la poca luz que queda
Y el frío retrata mi alma en mi aliento
Los libros yacen rotos entre sangre mezclada
Y las copas fueron todas vaciadas por mí

Trato de ignorar la ventana cerrada
Mientras las ráfagas de viento nocturno deforman mi nombre
Esto no es una balada de angustia
Solo una escena sexual con mi propia oscuridad

Mi Aterciopelada Perdición

Dibujando círculos en la fiesta,
Esperando sin quererlo,
Algo que robe mi atención.
Conciente sin saberlo,
De que mi deseo tendría una realización
Tan rápida como asfixiante
Buscando a través de la genial ilusión
Para descubrir mi camino hacia la perdición

Vestida en estrellas y oscuridad
En un baile sobre la luna
¿Por qué el súbito silencio?
Siento que alguien esta entrando
El lobo gris que yace detrás de las estrellas,
Ella tomó prestada su ropa esta noche.
Ella me atrae y me rechaza con diversión
Acabo de ver a mi aterciopelada perdición

Seda y armaduras romanas
Bailando entre sombras de fuego
Estoy caminando hacia ella,
Y ella se está comiendo mi mente.
Estoy ardiendo en mi fría arena
No puedo contener una confesión
Ella es mi aterciopelada perdición

Por favor alguien agarre mis piernas
Por favor alguien detenga mi corazón
Antes de que pierda el control de mi barco
Siento que siempre supe que esto iba a pasar
La noche comienza a parecerse a una canción
Ella es mi aterciopelada perdición

Hielo derretido entre sus dedos
Fuego volando entre sus besos
Ya estoy bailando incluso antes de llegar,
La música tanto en mi boca como en mis oídos
Entre su ropa yo perdí la razón
Ella era mi aterciopelada perdición

viernes, noviembre 19, 2004

Cuatro ángeles miran hacia abajo a través de un caledoscopio

I
El espacio entre la noche y el día es la tregua de una guerra
El momento anterior al orgasmo es la perdición del espíritu
Al tiempo que la pluma se posa sobre el papel
Un ejercito de fantasmas épicos se congregan para lograr que su voz sea oída.
Paz. La paz tan ansiada y tan querida, oculta en un laberinto construido desde antes del tiempo.
Tantos espejos, tantas conclusiones. Devociones y traiciones.
Legiones contra falanges, la sangre parece ser la razón
¿Y no somos rojos acaso? ¿No es nuestro color el del ocaso?
El vientre no era oscuro, sino sangriento
Flechas que mutan en el aire en balas.
La muerte tan deseada define la suerte ajena, nunca la propia.
Pido perdón por haber deseado tan secretamente los dramas y tragedias.

II
Resignarse a elegir, la izquierda, la derecha o la glándula pineal.
Lo mental, lo espiritual o lo carnal.
En el fondo solo queremos saborear
El gran banquete antes de que nos alcance el final
Una gran orgía sin moral, como un camino que termina en lo opuesto de su principio
La confusión es una droga oriental.

III
La lluvia atrae al lobo
Los tambores contra las cuevas, al ritmo de los rayos
Los ojos aguantan el embate del viento, deseando y esperando
Captar a algún dios desprotegido, plantando vida entre la llovizna y el barro
El fuego debajo de una piedra, protegido del agua
Invita al rey amnésico perdido, herido por la espada del hijo

IV
Nos encontraremos en algún lugar
En la orilla de un congelado y olvidado mar
Enemigos desde el génesis, amantes hasta el final
En la clara luz que antecede al amanecer, en este paisaje polar
Ocultas hasta el momento acordado, las espadas salen a respirar
El duelo tan esperado, finalmente duele tanto al llegar
El tiempo del último desahogo, la acción definitiva, con el derecho negado a escapar
La voluntad mantiene la resolución, y las sombras proyectadas convierten el encuentro en una balada inmortal

Sueño de una noche de primavera

Estaban todos en la terraza con sus vasos de cerveza. Los seis que no tomaron lo suficiente para quedar inconscientes, a diferencia de los otros tres que quedaron. La fiesta terminó hace un rato. Nada drástico, ni dramático, simplemente pasado el climax de alcohol y energía, las mujeres empezaron a irse. Y los demás amigos, sin ningún blanco para disparar sus dardos, se decidieron a escapara hacia sus camas, aquellos que podían hacerlo, dejando una casa sucia, con olor a botellas vacías, y una canción de madrugada sonando en el equipo de música.
Los seis miraban las estrellas, tomando muy poco de la cerveza de los vasos. Repasaban en silencio la noche, victorias y errores, bailes y caídas, botellas y nombres de chicas.
-Dios, el cosmos, el hombre y lo infinito- dijo uno, el más loco y más oscuro.
Las palabras flotaron en el silencio, magnificando la blasfemia. ¿Qué tenían que ver esas palabras, esas cosas, con la noche que había pasado? ¿Cómo se atrevía a romper el hechizo de la bella simplicidad de recordar sin pensar?
-El culo de María. -respondió el más gracioso y más desconcertado.
-Justamente eso. Un culo, cósmico e infinito. Pero, ¿para que pensar en solo un culo cuando pienso en una mujer y tengo más, un mejor paisaje, más completo, una mayor deidad. -opinó el primero, loco y oscuro, sonriendo y mirando hacia el cielo con ojos perdidos.
-¿Qué estas diciendo? Callate de una vez. -gruñó el más enojado y más asustado-¿Qué son esas palabras cualquiera que estas inventando?
El primero, loco y oscuro, no sacó su vista del cielo.
-Palabras, palabras viejas y bellas. Palabras que vuelan por ahí y palabras que están en mi. Todo es una palabra, vos sos una palabra, y no queres reconocerlo. Hablar es cantar las palabras, pensar es atesorar las palabras, soñar es rendirse a las palabras, cojer es unir muchas palabras, morir es el silencio de las palabras. El más falso y más lastimado dejó escapar una carcajada nerviosa, tratando de burlarse sin poder hacerlo.
-Todo es infinito y complejo. Nosotros simplificamos todo para correr más rápido. Somos dioses humanos, cada uno de nosotros, tan llenos de defectos. Estamos viviendo hasta que llegue la muerte y no nos damos cuenta. Evitamos hablar de eso. Evitamos pensar.
-¿Quién quiere pensar en muerte ahora? -pregunto el más confiado y más cobarde.
-¿Qué importa? Estamos vivos, bajo las estrellas, podemos hablar de cualquier cosa. No somos distintos, aunque tampoco hermanos, no somos islas ni tampoco castillos. En este momento somos dioses, cósmicos, humanos e infinitos.
-No tengo ganas de pensar ni de hablar, eso lo arruina todo. No molestes con hacernos pensar ahora. Estamos disfrutando. Llevate todas tus palabras y letras y busca a alguien que le importe- sentenció el más admirado y más equivocado.
Todos entonces sonrieron satisfechos, dando la bienvenida al silencio, que esperaban esta vez no se rompiera de nuevo.
El primero, loco y oscuro, suspiró. Cerró los ojos. Otra vez al mismo lugar. Tantos círculos que parecían caminos sin salida.
Dijo: -Bueno amigos, yo elijo mi camino.
Se acercó al borde de la terraza, convencido de su nueva resolución, y saltó.
-¡No! -gritaron los otros cinco al mismo tiempo.
Se asomaron a ver la caída, a admirar el desenlace, la muerte de aquel perturbador tan querido, pero entonces vieron asombrados que el primero, loco y oscuro, estaba alejándose apaciblemente, caminando por el aire, sin mirar atrás.

viernes, noviembre 12, 2004

Bajo el Sol

“Bueno, nunca me había dado cuenta de esto. Perdón, lamento llegar tarde pero mi cerebro esta muy perdido últimamente”, se disculpó Ezequiel mientras entraba rápidamente al cuarto, con una expresión de estúpido desconcierto en la cara.
“Esto del sol y los dioses me esta enterrando”, confesó, demostrando en su cara el visible esfuerzo que le implicaba pensar.
“Entiendo que usted, siendo El Otro, no ha de verse afectado por estas insignificancias. Pero debo decirle, yo estoy desconcertado. Veo las cosas con diferentes ojos ahora. Nada volverá a ser lo mismo para mí, nada. Nunca podré ser un hombre normal de nuevo, este conocimiento me ha puesto en un solitario lugar por sobre de la gente promedio. Castigo y bendición...” Ezequiel continuaba murmurando sus pensamientos, con mirada perdida, como si estuviera organizando las distintas hojas de un discurso.
El otro, El Otro, estaba sentado en un rincón oscuro, sosteniendo un vaso lleno de una bebida dorada.
“¿Quién lo hubiera pensado? Sabe, creo que no podré continuar con esto. Ya nada tiene sentido, esto es tan mundano, tan mediocre. No, después de lo que he pasado, no puedo continuar como si nada, no puedo volver y retroceder espacios. Debo cambiar, debo adaptarme a mi nuevo ser”, Ezequiel se mostró decidido, seguro por primera vez desde que entro en el cuarto. Se quedo mirando fijo un punto en el suelo, murmurando silenciosamente.
“¿Quién le dijo que soy El Otro?”, preguntó El Otro con voz calmada y confiada.
Ezequiel le dirigió la primera mirada. Sus pensamientos volvieron al cuarto, con dificultad.
“Bueno pues, usted no es Yo. Usted no estuvo ahí, ni lo vio. Usted no lo experimentó. Tristemente, usted no comprendería. Es El Otro, el que quedo atrás, el ciego. Obviamente esto solo en comparación a mi, por favor no se ofenda. Yo aún estoy tratando de comprenderlo todo.”
El Otro se llevó el vaso a la boca y bebió todo el contenido de un trago. Se tomó unos segundos para disfrutar del fresco sabor.
“Si usted hubiera visto lo que yo vi. Si hubiera visto la Revelación. Oh, el sol, los dioses. Fue todo tan grande. Bueno, si usted hubiera visto, sabría. Y podría ser Uno de los Que Son. Yo pensaba que estas cosas no pasaban. Yo estaba tan seguro en mi mundo lógico racional. Ahora veo que estaba equivocado, que estúpido de mi parte. La confianza en lo mundano es la peor ignorancia, ahora lo veo. Pero todo va a cambiar, sí.”
Ezequiel sonrió. Le gustaba su última conclusión. Iba a cumplirla, iba a cambiar, aceptar su nuevo rol.
“De ahora en más seré un ser mucho más espiritual, más abierto, más sensible y receptivo. Después de todo soy El Que Vio. He subido un nivel, y nunca caminare por el barro de nuevo. Es más, empezaré ahora mismo. Lo siento señor, pero no puedo continuar, debo cancelar todo ahora mismo, le pido disculpas, pero debo irme cuanto antes. Soy un nuevo hombre, con una nueva vida.”
El Otro se rió, apoyo el vaso vacío en la mesa.
“Ahí se equivoca mi amigo. Y yo no soy el otro.”
Aquel que no era El Otro se quitó su escudo de sombras, se levantó y se acercó a Ezequiel. Era aún una sombra, una sombra muy real, afilada y espesa.
“No comprendo...” comenzó Ezequiel.
“Amigo, yo solo cumplo mi trabajo, mi destino. Usted murió hace unos quince minutos. Un auto lo atropelló y lo hizo volar unos veinte metros. Aterrizó y se destrozó. Expiró mirando a ese sol que tanto adora, quemándose las pupilas, y delirando con dioses.”
Los ojos y la boca de Ezequiel se expandieron a más no poder.
“¿Y usted? ¿Usted quién es?”
“Yo no soy, yo hago. Mi trabajo es llevármelo al agujero negro. Vamos, estamos retrasados.”

Una Nueva Misión

La lamparita se quemó. Pobre polillas y demases bichitos, pensó Job. Así se iba su único propósito de la noche, aunque supuso que siempre les quedaba la satisfactoria tarea de lanzarse contra su cuerpo solo para molestarlo.
La única semi luz electrónica que trataba patéticamente de atraer atención era el pequeño punto rojo que señalaba la existencia del equipo de música. Un signo de exclamación incompleto, que exclamaba atención.
Job se levanto dulcemente de su cama, y en dos pasos se encontró frente al equipo. Largos amigos por largos años. Job sabía exactamente la combinación para hacer aparecer la música. No le hacia falta luz alguna. Un par de movimientos cuasi mágicos fueron acompañados por el sonido del disco girando. Una voz salió de algún lugar de la oscuridad, implorando muerte a los hippies. Muy buena idea, pensó Job. Sería linda verla aplicada.
Job volvió con dulzura hacia su cama, esta vez le tomo cuatro pasos, pero esos dos extras fueron más bien movimientos de baile invocados por la música. Job se acostó de nuevo en su cama.
Afuera la tormenta empeoraba. O mejor dicho se volvía mas ruidosa. Los truenos subían su volumen, tratando de sentirse importantes, tratando de pasar por encima de la música, considerando esta última como un insulto hacia ellos. Los rayos comenzaron a iluminar la pieza de a flashes fotográficos. Tan sucesivos que de a momentos le hacían recordar a Job a sus noches infinitas de boliches. Esa luz que detenía el tiempo, tan terrorífica si se la acompañaba con alcohol. Job bien lo sabía.
Job desvió la mirada hacia su mesa de luz. Con cada flash admiraba con una sonrisa su arma. Cargada.
Pronto. Cuando terminara el disco, se levantaría y partiría. Mandaría a J.C. al otro mundo. Le haría pasar por el túnel de una bala. Una 45., dramático. Pero rápido y certero.
Tal vez a la vuelta pasaría por el negocio de música, si acaso llovía mucho. Compraría un nuevo disco.
Esta vez Dios no lo iba a cagar.

jueves, noviembre 11, 2004

Soy la Oscuridad

En las ventanas de luces apagadas
En las ramas desnudas de los árboles
En la base de la nuca congelada
En el origen de la confusión
Soy la oscuridad

En el volumen que aumenta
En la pesadilla que se desenvuelve y cobra vida
En el sudor de cementerio
En la muerte de un pájaro sobre la tierra
Soy la oscuridad

Cuando la sangre muerde los dientes
Cuando la uña invisible desgarra el metafórico corazón
Cuando los gritos hacen eco de un deseo
Cuando la velocidad te induce a olvidar
Soy la oscuridad

Y en la esquina que dejas atrás con apuro
Y en el camino equivocado que elegís
Y en tus piernas vencidas y arañadas
Y en el veneno de tus bebidas
Soy la oscuridad

Antes que aparezca señal alguna de luz
Antes que consigas volver a respirar
Antes que sientas la cosquilla del cuchillo
Antes que la presa ceda, y te decidas a llorar
Soy la oscuridad

Besando tu frío oído
Llenando de cenizas tu lengua
Bailando descaradamente en tus hombros
Mostrándote el final
Soy la oscuridad


En la curvatura de los sueños
Ahí donde no llegas a ver
En el lugar donde no te atrevés a mirar
Soy la oscuridad

En la arena deshaciéndose en el reloj
En los pedazos de tu alma que vas dejando
Acompañándote en el borde del precipicio
Soy la oscuridad

En la mosca aplastada
En tu ambición derramada
En el doloroso recuerdo de lo que perdiste, la que amabas
Soy la oscuridad

En el humo flotando sobre el lago helado
En las espadas colgando sobre las cabezas
En los ángulos invisibles de la ciudad
Soy la oscuridad

Cuando un pensamiento arcaico se escapa por tu boca
Cuando tus manos se niegan a buscar
Cuando ella te llama pero no llegas a escuchar
Soy la oscuridad

Escondido debajo de esta tinta espesa
Corriendo por la sangre de estas manos
Detrás de estos ojos como fuegos negativos
Soy la oscuridad

En el cuerpo reflejado en el espejo
Estirándome suavemente por la alfombra
Pronunciaste mi nombre, aquí voy
Soy la oscuridad


(¿Y vos, Luz, donde estas?
¿Donde te escondes?
Mostrate solo una vez.
Te reto a que te dejes amar.)