viernes, enero 01, 2010

Blackjohn

Los asesinos lograron rodearlo en la mesa, sigilosamente. No hubiera importado, el pedo de Juan era tal que el escuadrón de la muerte podría haberse acercado golpeando cacerolas. "Solo tengo...una hora..." cantaba Juan, con los ojos cerrados, sacudiendo en el aire un vaso seco. La barba despareja y las ojeras bajo sus cansados ojos le daban un aspecto de inutilidad absoluta. Su cabello no estaba mejor, parecia que en momentos de desesperacion se habia arrancado mechones de cabello al azar: parecia un paciente que había escapado por escasos minutos a una operación de lobotomía. Las cuatro muertes de etiqueta negra le observaban, indiferentes al cuadro que presentaba. Desde lejos la escena llamaba la atención, una mesa oscura en algún bar tan asqueroso que parecia un escenario de alguna comedia italiana; cinco personas sentadas, una de las cuales estaba ostensiblemente borracha, empeñado en cantar canciones chicanas de borracheras, contrastando con los otro cuatro caballeros con trajes de abogados pero con miradas de cirujanos.

haciendo bailar a su mano izquierda como si estuviera conduciendo una orquesta, Juan finalmente notó la presencia de sus indeseados acompañanste cuando golpeo a uno de ellos de lleno en la cara. Abrió los ojos e hizo un gran esfuerzo por enfocar su mirada caleidoscopica en el objeto que había golpeado. Luego su cabeza giró de un lado al otro, sonriendo mientras reconocía que no estaba alucinando, y realmente estaba frente a aquellas cuatro personas. Juan levanto los ojos hacia el techo y estalló en una carcajada, golpeando su vaso seco contra la mesa hasta quebrar el vidrio. El hombre detras de la barra miro con irritación a Juan y se le veía la intención de acercarse a la mesa a arrastrar a aquel molesto cliente fuera del bar. No lo hizo, apenas avanzó un paso en dirección a la mesa, cuando se detuvo y retrocedió nuevamente para seguir con sus tareas. Algo en la mirada de los acompañantes del borracho lo asustó. Sus miradas le congelaron el cuerpo en un segundo, y su instinto más primitivo le gritó que rapidamente olvidara cualquier intención de acercarse a la mesa del desorden.

Juan se serenó, y concentro su vista en los fragmentos de vidrio roto sobre la mesa. Era un vaso grueso, por lo que no habia estallado en decenas de pedazos, sino que se habia quebrado en grandes y filosas partes. Juan examinó con preocupación su mano derecha, buscando rastros de sangre que finalmente no encontró.

El hombre de traje gris oscuro a su derecha alargó su brazo y lo apoyo firmemente sobre el hombro de Juan. La mano no presionaba, simplemente hacia notar su peso, su pedor, sutilmente, sobre el cuerpo de Juan. "Esta batalla ha sido perdida, pero la guerra continuará tanto para usted como para nosotros. Contrariamente a lo que ustede creer, esto no continuará para siempre. De momento, es hora de terminar con esto", dijó el más alto de los hombres de traje. Juan asintió, y luego replicó, con tristeza, "mutatis mutandis".

Los cuatro hombres de traje se miraron extrañados, por un segundo. El más alto elevó impercetiblemente una ceja, y cuatro tijeras de plata brillaron subitamente bajo la podrida luz del bar. Juan extendió los brazos sobre la mesa, y bajó su cabeza, entregandose para el sacrificio. Las cuatro muertes de etiqueta negra se relajaron. El más alto utilizó su tijera para trazar unos especificos arcos sobre el aire, murmurando canciones viejas de mundos oscuros más allá el vacío. Su tijera cayó en picada y penetró la muñeca derecha de Juan con la gentileza de un amante. Sin un sonido, sin una queja, sin un gemido. La sangre empezó a manar, tímida e impercetible. Una segunda tijera volvió a cortar el aire danzando, para luego ejecutar un arco descendiente hacia la muñeca derecha de Juan. La tijera se enterro con delicadeza y firmeza sobre la superficie profana de madera de la mesa. El tiempo se detuvo y el aire se congeló de repente. Utilizando la mano que había esquivado la tijera plateada, Juan sujeto cuatro grandes pedazos de vaso roto entre sus cinco dedos. Las cuatro muertes de etiqueta empezaron a reaccionar y a reacomodarse buscando posiciones defensivas-ofensivas. Demasiado tarde. Con grandes y largos movimientos, Juan dibujo un pentagrama horizontal en el aire, a la altura de las gargantas de sus acompañantes. Las líneas rojas se mantuvieron en el aire unos interminables segundos, tocandose, formando angulos, cinco triaungulos rodeando un pentagono.

Juan se arrancó la tijera plateada de su mano derecha, todavía sujetada por la mano del hombre alto de traje. Con cuidado, Juan se sujetó la herida y abandonó los cadaveres de sus enemigos. El bar estaba ahora vacío, ya que durante el rapido encuentro, los cinco personajes se habían movido hacia otro plano para poder estar más tranquilos. Juan dedicó una última mirada a los cuerpos desparramados alrededor de la mesa, y compartió con ellos su verdad absoluta. La única verdad que Juan conocía, la fuente de todo su poder, su símbolo, su formula magica, su propia excalibur. Juan Oscuro sonrió y pronunció las unicas palabras que significaban algo para el: ad infinitum.

Muere lector

Quiero tu muerte lector,
Muere en estas, mis palabras, mis pesadillas, mis cuchillos de negra esperanza;
Deseo la extinción de tu mente a lo largo de estas letras deformes,
Verte vacío de toda sangre: confundido, desnudo y solo,
Arrastrando patéticamente y buscando confort en tus pequeñas y perdidas memorias
Muere, lector, en esta tierra así como en la próxima
Cada oración un clavo ardiente acariciando tu corazón
Cada pregunta una lamida de una lengua de alambre

Mi voluntad te dispara desde éste, el castillo de mi furia
Y todo punto y coma es la voz que ordena fuego
Quiero tu muerte, rápida y violenta
Que te preguntes desconcertado quien esta atrás de estos hechizos de guerra germanos
Hundiéndote en el silencio del Vacío preguntándote por que…

Muere, lector, en mis palabras, mis dedos, mis manos, mi tinta, mi lapicera, mi voluntad
Llego a vos a con esta maldición
Una mano negra, perfumada en veneno, sobre tu cara
Muere lector, maldita tu curiosidad, malditos tus ojos
He sembrado en tu mente los hambrientos gusanos del olvido
Las palabras que lees bailan y suman y añaden y fornican una con otra
Los símbolos entre medio, los que no puedes ver, el mal que he escrito para vos

Muere lector, a través de mí y a través de tu propia historia
Muere, en mi lengua y en tus confesiones, en mis dientes y en tus preocupaciones
En mi beso y en tus obsesiones
Muere, lector…

Mis fantasmas han encontrado un nuevo huésped, mis parásitos son ahora los tuyos
Los colores en los que pinto la realidad han comenzado a ahogar la tuya
Estas sádicas ilusiones que me comen como una enfermedad, te han infectado mediante estas palabras
Consumiendote, con mi gentil pero firme maldición,
Muere lector…