viernes, noviembre 12, 2004

Bajo el Sol

“Bueno, nunca me había dado cuenta de esto. Perdón, lamento llegar tarde pero mi cerebro esta muy perdido últimamente”, se disculpó Ezequiel mientras entraba rápidamente al cuarto, con una expresión de estúpido desconcierto en la cara.
“Esto del sol y los dioses me esta enterrando”, confesó, demostrando en su cara el visible esfuerzo que le implicaba pensar.
“Entiendo que usted, siendo El Otro, no ha de verse afectado por estas insignificancias. Pero debo decirle, yo estoy desconcertado. Veo las cosas con diferentes ojos ahora. Nada volverá a ser lo mismo para mí, nada. Nunca podré ser un hombre normal de nuevo, este conocimiento me ha puesto en un solitario lugar por sobre de la gente promedio. Castigo y bendición...” Ezequiel continuaba murmurando sus pensamientos, con mirada perdida, como si estuviera organizando las distintas hojas de un discurso.
El otro, El Otro, estaba sentado en un rincón oscuro, sosteniendo un vaso lleno de una bebida dorada.
“¿Quién lo hubiera pensado? Sabe, creo que no podré continuar con esto. Ya nada tiene sentido, esto es tan mundano, tan mediocre. No, después de lo que he pasado, no puedo continuar como si nada, no puedo volver y retroceder espacios. Debo cambiar, debo adaptarme a mi nuevo ser”, Ezequiel se mostró decidido, seguro por primera vez desde que entro en el cuarto. Se quedo mirando fijo un punto en el suelo, murmurando silenciosamente.
“¿Quién le dijo que soy El Otro?”, preguntó El Otro con voz calmada y confiada.
Ezequiel le dirigió la primera mirada. Sus pensamientos volvieron al cuarto, con dificultad.
“Bueno pues, usted no es Yo. Usted no estuvo ahí, ni lo vio. Usted no lo experimentó. Tristemente, usted no comprendería. Es El Otro, el que quedo atrás, el ciego. Obviamente esto solo en comparación a mi, por favor no se ofenda. Yo aún estoy tratando de comprenderlo todo.”
El Otro se llevó el vaso a la boca y bebió todo el contenido de un trago. Se tomó unos segundos para disfrutar del fresco sabor.
“Si usted hubiera visto lo que yo vi. Si hubiera visto la Revelación. Oh, el sol, los dioses. Fue todo tan grande. Bueno, si usted hubiera visto, sabría. Y podría ser Uno de los Que Son. Yo pensaba que estas cosas no pasaban. Yo estaba tan seguro en mi mundo lógico racional. Ahora veo que estaba equivocado, que estúpido de mi parte. La confianza en lo mundano es la peor ignorancia, ahora lo veo. Pero todo va a cambiar, sí.”
Ezequiel sonrió. Le gustaba su última conclusión. Iba a cumplirla, iba a cambiar, aceptar su nuevo rol.
“De ahora en más seré un ser mucho más espiritual, más abierto, más sensible y receptivo. Después de todo soy El Que Vio. He subido un nivel, y nunca caminare por el barro de nuevo. Es más, empezaré ahora mismo. Lo siento señor, pero no puedo continuar, debo cancelar todo ahora mismo, le pido disculpas, pero debo irme cuanto antes. Soy un nuevo hombre, con una nueva vida.”
El Otro se rió, apoyo el vaso vacío en la mesa.
“Ahí se equivoca mi amigo. Y yo no soy el otro.”
Aquel que no era El Otro se quitó su escudo de sombras, se levantó y se acercó a Ezequiel. Era aún una sombra, una sombra muy real, afilada y espesa.
“No comprendo...” comenzó Ezequiel.
“Amigo, yo solo cumplo mi trabajo, mi destino. Usted murió hace unos quince minutos. Un auto lo atropelló y lo hizo volar unos veinte metros. Aterrizó y se destrozó. Expiró mirando a ese sol que tanto adora, quemándose las pupilas, y delirando con dioses.”
Los ojos y la boca de Ezequiel se expandieron a más no poder.
“¿Y usted? ¿Usted quién es?”
“Yo no soy, yo hago. Mi trabajo es llevármelo al agujero negro. Vamos, estamos retrasados.”

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