viernes, noviembre 19, 2004

Sueño de una noche de primavera

Estaban todos en la terraza con sus vasos de cerveza. Los seis que no tomaron lo suficiente para quedar inconscientes, a diferencia de los otros tres que quedaron. La fiesta terminó hace un rato. Nada drástico, ni dramático, simplemente pasado el climax de alcohol y energía, las mujeres empezaron a irse. Y los demás amigos, sin ningún blanco para disparar sus dardos, se decidieron a escapara hacia sus camas, aquellos que podían hacerlo, dejando una casa sucia, con olor a botellas vacías, y una canción de madrugada sonando en el equipo de música.
Los seis miraban las estrellas, tomando muy poco de la cerveza de los vasos. Repasaban en silencio la noche, victorias y errores, bailes y caídas, botellas y nombres de chicas.
-Dios, el cosmos, el hombre y lo infinito- dijo uno, el más loco y más oscuro.
Las palabras flotaron en el silencio, magnificando la blasfemia. ¿Qué tenían que ver esas palabras, esas cosas, con la noche que había pasado? ¿Cómo se atrevía a romper el hechizo de la bella simplicidad de recordar sin pensar?
-El culo de María. -respondió el más gracioso y más desconcertado.
-Justamente eso. Un culo, cósmico e infinito. Pero, ¿para que pensar en solo un culo cuando pienso en una mujer y tengo más, un mejor paisaje, más completo, una mayor deidad. -opinó el primero, loco y oscuro, sonriendo y mirando hacia el cielo con ojos perdidos.
-¿Qué estas diciendo? Callate de una vez. -gruñó el más enojado y más asustado-¿Qué son esas palabras cualquiera que estas inventando?
El primero, loco y oscuro, no sacó su vista del cielo.
-Palabras, palabras viejas y bellas. Palabras que vuelan por ahí y palabras que están en mi. Todo es una palabra, vos sos una palabra, y no queres reconocerlo. Hablar es cantar las palabras, pensar es atesorar las palabras, soñar es rendirse a las palabras, cojer es unir muchas palabras, morir es el silencio de las palabras. El más falso y más lastimado dejó escapar una carcajada nerviosa, tratando de burlarse sin poder hacerlo.
-Todo es infinito y complejo. Nosotros simplificamos todo para correr más rápido. Somos dioses humanos, cada uno de nosotros, tan llenos de defectos. Estamos viviendo hasta que llegue la muerte y no nos damos cuenta. Evitamos hablar de eso. Evitamos pensar.
-¿Quién quiere pensar en muerte ahora? -pregunto el más confiado y más cobarde.
-¿Qué importa? Estamos vivos, bajo las estrellas, podemos hablar de cualquier cosa. No somos distintos, aunque tampoco hermanos, no somos islas ni tampoco castillos. En este momento somos dioses, cósmicos, humanos e infinitos.
-No tengo ganas de pensar ni de hablar, eso lo arruina todo. No molestes con hacernos pensar ahora. Estamos disfrutando. Llevate todas tus palabras y letras y busca a alguien que le importe- sentenció el más admirado y más equivocado.
Todos entonces sonrieron satisfechos, dando la bienvenida al silencio, que esperaban esta vez no se rompiera de nuevo.
El primero, loco y oscuro, suspiró. Cerró los ojos. Otra vez al mismo lugar. Tantos círculos que parecían caminos sin salida.
Dijo: -Bueno amigos, yo elijo mi camino.
Se acercó al borde de la terraza, convencido de su nueva resolución, y saltó.
-¡No! -gritaron los otros cinco al mismo tiempo.
Se asomaron a ver la caída, a admirar el desenlace, la muerte de aquel perturbador tan querido, pero entonces vieron asombrados que el primero, loco y oscuro, estaba alejándose apaciblemente, caminando por el aire, sin mirar atrás.

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