miércoles, enero 31, 2007

Una línea son dos puntos que se oponen

“Los insectos ganaron”, escribió el exexterminador en la pared. Ignoraba con fuerza al doctor de anteojos, que brillaba en la oscuridad, debajo de la ventana próxima.
“No entiendo como llegamos tan lejos, vos y yo”, confesó el doctor, mientras exhalaba por su boca humo y razón, su combinación favorita. “Somos un mal chiste en una novela bipolar de Philip K. Dick.”
“Philipdickismo, siempre me encanto, me fascino, me drogo…” motivo el exexterminador, deambulando con sus dedos la pared. Se encontraba sentado en el piso, acariciando con su cuerpo la pared, escrita con maldiciones, proverbios, profecías chinas e insultos en árabe antiguo. El exexterminador buscaba secretamente erosionar la pared, erosionarla a escondidas del otro. Tenía la fantasía que esa pared representaba concretamente la barrera de la razón, de la supuesta coherencia racional, era su representante real, derribarla equivalía a liberarse. Mentira, él no podía llegar a saberlo, pero siempre era fácil arrojarse de cabeza hacia una idea nueva, mientras más nueva, más fácil.

El doctor de anteojos elevó su rostro hacia la ventana. Su perfil era duro, oscuro; solo sobresalían los espejados anteojos en su rostro, anteojos que realmente no necesitaba. Exhibía una cabeza afeitada, o calva tal vez, la oscuridad no permitía distinguirlo. Usaba un traje azul, en vez de un delantal blanco, como podría esperarse. Elevó su rostro y miró a través de la ventana, pero sabía que allí afuera no había nada importante. Lo exo para lo exo, pensó. Acá en el inter, suficiente tenemos.

El exexterminador lamía ahora la pared, murmurando pausadamente versos de la Biblia del Rey James, en portugués. El exexterminador vestía un traje gris, oxidado en las extremidades. Un cabello también oxidado en las extremidades florecía en su cabeza, desordenado, arañándole el rostro. Los ojos verde trébol oscilaban perdidos, como péndulos.
“Tenemos todo el tiempo del mundo, podes disfrutar de tu ritual una y otra vez, ad infinitum”, se burló a medias el doctor. El saco del exexterminador escupió rápidamente una pistola, una mano la amartillo, y la otra apretó el gatillo, los dedos sin ver, apuntando al medico. Catorce (infinitos) disparos resonaron en la pieza. El doctor carraspeó, impaciente, inmutable. “Como dije, tenemos todo el tiempo del mundo, puedes repetir esto las catorce veces que quieras, una y otra vez.”
“Esta pieza era mía, antes. Antes esa ventana estaba rota, podía escupir mi alma a través de ella cuando quisiera. Antes no me sentía atrapado, asfixiado. Antes podría haber seguido la línea roja hasta donde terminara, podría haberla cruzado ahí. Vos no existías, no se porque ahora existís.” Se retorció el exexterminador, contra la pared.
“Vos tampoco existías, per se. Eras algo así como un papel tapiz sobre una pared. Ni una sombra, apenas una corriente de aire caliente moviéndose un poco.” Explicó el doctor. “Existo porque existís vos, sino existiera, nos habríamos ido al carajo. Por más que me cuesta muchas veces reconocer nuestra clichesca dualidad, aunque piense y pondere sobre esta imposibilidad, esta amphisbaena que somos, este ouroboro de dos cabezas, al final comprendo que es necesario. Como pilares que sostenemos la presa; se que vos sentís en el fondo lo necesario de que la presa ceda, pero pasar por alto el hecho de que no hace falta que esta se rompa sobre nosotros. Incluso no hace falta que se rompa, puede igualmente transformar la marea que oprime la presa, en un hermoso océano, misterioso, caóticamente-sistemático, tangible.”

El exexterminador hizo caso omiso de su pistola, tragándosela una vez más; pero no se tragó las palabras del otro. Las yemas de sus dedos eran ahora pequeños martillos, invisibles al medico, que tamborileaban a velocidades ficticias sobre la pared. Los pelos del exexterminador se movieron un poco, en espiral, distrayendo al doctor, que era un perdido para demostraciones matemáticas. “Phi no es phi, sino phobia” pensó para dentro el exexterminador, lo pensó en su recoveco más profundo, lejos del escaneador del otro. Y mientras los martillos tamborileaban la pared. De algo estaba seguro, el estaba acá antes que el doctor, mucho antes, y tenía un propósito. El otro mentía, era indudable, era un parásito secundario, pero poderoso. No era algo tan abominable como un dogma, pero era un mago científico, con el suficiente poder como para regar suficientes paginas incoherentes con su método.

Ahora era el exexterminador el que dudaba y rumiaba: “¿Cómo es que ambos podamos coexistir? Es gracioso, cualquiera diría que de seguir así explotaríamos el cerebro. Aunque si lo pienso bien, el esoterista en mi casi puede permitirse una carcajada. El delirio sonríe, apoyado en mi hombro como un pájaro psicodélico. El doctor es una parte mía como yo lo soy suya. Es el cuchillo que me afila, aunque no lo sepa. Creación, destrucción, realmente no importa, si pienso todo a través de una cinta de Moebius; como un solo proyectil, inevitablemente seremos disparados al mundo. Que encanto.”

martes, enero 30, 2007

Hit y Rum

Tyler Durden salió a la calle, después de haber comprado papel higiénico en el supermercado. No lo admitirá nunca, pero compro uno bien acolchonadito, con imágenes de perritos. Se rasca la oreja mientras abandona la vereda, y no ve el Cadillac de Bukowski venírsele encima. Bukowski si lo vio a Tyler, pero le importa un huevo, y lo atropella como el pedazo de papel que es. ¡Que joder! ¿Acaso el tintoso ése no sabe que los escritores tienen siempre derecho de paso frente a los personajes?

El hombre sin pelo

Incandescente el bisturí, y sobre todo la voluntad detrás de la mano que lo mueve. El hombre sin pelo está harto, y esta decidido a auto-operarse. La calvicie destruye sin matar, borra. El hombre sin pelo necesita pelos, necesita que sus pelos salgan de una puta vez de su cabeza. Los siente adentro, bailando, abrazandose, empujandose, besandose, apretandose, pero rehusandose a asomarse afuera del craneo. El hombre sin pelo desea con toda el alma que sus pelos salgan, por Mitra, no lo tolera más. Meses y meses de calvicie, meses de soportar la fria superficie perfecta de su cabeza. Noches y noches agonizantes, irritantes, ladillescas, en las que la luna rebotaba en su pelada, la usaba de trampolín para cabezas más gratas, sin dignarse a iluminarla. "No señor, pelos de mierda", piensa el hombre sin pelo, "seran una parte de mi como lo son estos dedos que mantienen firme el filo del bisturí incandescente, pero no voy a dejar que se hagan los boludos". “Salen o se pudre”, grita el hombre sin pelo hacia adentro, “SALEN O SE PUDRE”. Los pelos se erizaron dentro de la cabeza, y sentir eso fue una cosa muy bizarra. Un gran movimiento cosquilleante recorrió su cerebro, y en eso el hombre sin pelo pudo sentir como una pequeña caravana capilar descendia por su nariz. Conteniendose de estornudar, carajo, evitando respirar, el hombre sin pelo aguantó, el bisturí incandescente rozando su cabeza. Un pelo, uno solo, uno bien negro, bien gallardo, asomó a penas por la fosa nasal izquierda. El hombre sin pelo atacó, histerico “SALGAN O SE PUDRE, SALGAN O SE PUDRE, SALGANOSEPUDRE, SALGASNEPUDREEEEEEEE”. El pelo se puso tenso, afiló su punta y se clavó con solemnidad en la carne suave interior de la nariz. El hombre sin pelo gritó, y se tajeó incandescentemente la cabeza. Se mordió el labio inferior, y le prestó una vengativa atención al pelo gallardo. Antes que pasara algo, el pelo habló: “Escuchame, boludo, calmate y dejate de joder. Hace un rato largo que queremos salir, pero sos vos el que no abre la puerta. Tuve que escarbar a lo largo de este tunel de mocos para venir a decirtelo, nomas. ¿Qué se pudre? Boludo, ABRI LA PUERTA.”
En hombre sin pelo no enloqueció, pero casi. El bisturí dibujo 7 lineas sobre el lienzo de piel en la cabeza sin pelo, y el pelo salió.

martes, enero 09, 2007

*

En la madrugada de mi insomnio, tengo las manos manchadas de mosquitos, y mi cerebro lleno de preguntas afiladas. Afuera no llueve, y eso me altera, porque si ahora estuviera soñando, el cielo con seguridad trataría de ahogar la tierra.

lunes, enero 08, 2007

Ubberstein dijo alguna vez:

"Juego mucho con la palabra de Dios, porque es una de als pocas que no significa nada; o significa todo, que es lo mismo. Es un interesante desafio..."