miércoles, agosto 24, 2005

El lunático

La luna molestaba y se burlaba, así que la saque del cielo y me la metí en el bolsillo. Te quedas ahí escondida un rato, calladita la boca, y que el resto del mundo se cague, que prendan muchas velas. Y la luna vibró y chilló y se movió inquieta en mi bolsillo, pero yo seguí mi camino, modificando apropiadamente mis pupilas para acostumbrarme a este nueva oscuridad, más apacible y humilde que esa media luz lunar.
A las tres cuadras ya me cansé de semejante peso en el bolsillo derecho, y llegué a la conclusión de que si seguían los forcejeos de la muy vanidosa, con un poco de ayuda de la caprichosa gravedad, en cualquier momento aparecería alguna anomalía espaciotemporal en mi bolsillo, y eran nuevos los jeans, quería al menos que me duraran un mes más. Así que abrí el bolsillo, y la luna trató de un huir a toda velocidad, pero afortunadamente para mí, los satélites naturales no tienen mucha velocidad. La agarré de nuevo en el aire, y me la acerqué a la cara. Le mostré mis sedientos dientes para asustarla, y con gusto sentí como temblaba en mi mano. A continuación hundí un dedo sobre su cuerpo celeste, y le arranqué un buen trozo de su núcleo, que después tapé apropiadamente, jugando como si la vanidosa fuera de plastilina. Quedo impecable el hueco que yo había hurgado, pero ella estaba furiosa y dolida por la ofensa. Entonces le dije: Anda, pero ya no te hagas la canchera ni te burles de los que caminamos pensativos a tu luz. No te agrandes ni cantes que sos la luz de la noche y que nadie te puede alcanzar. Que somos pobres giles que solo existimos para que tus rayos se reflejen sobre nosotros, para llorar, amar, vivir y morir frente a tu luz. Ahora quedaste hueca, la próxima te arranco un pedazo más grande de un mordiscón.

sábado, agosto 13, 2005

Frases agudamente preparadas

"La última bala que se dispare en el mundo estallará destruyendo a la última pistola, y matando al último hombre."

viernes, agosto 12, 2005

El mano


Él se volvió hacia su mano, mordiéndose los labios. La sostuvo enfrente suyo, gracias a su brazo, y entonces le ordenó que se abriera. Le exigió que se abriera, que floreciera estirando sus dedos como pétalos, dejando ver el mapa de líneas de su palma, dejándola respirar. Los nervios que iban de la mente a la mano estaban saturados, congestionados, atiborrados, inundados de señales eléctricas, cuyo equivalente simbólico sería algo como “MANO SOY TU DIOS ABRITE AHORA MIERDA”. Pero la mano se tragaba, se bebía todas estas órdenes, tranquila y sádicamente, como el suelo seco que se traga las ultimas gotas de agua en silencio. Más y más impulsos eléctricos, cuyo equivalente cromático sería rojo sangre y negro mortaja, seguían naciendo en la mente, y seguían siendo tragados indiferentemente por la mano, que reía en silencio y mantenía su subversión. Los impulsos dejaron entonces de tratar de llegar a la mano, para pasar a tratar de atacar, violar, penetrar la insolencia de la mano. Impulsos que podían llegar a compararse en un plano mítico con un Saturno resucitado y desatado, hambriento y asesino, buscando a su hijo rebelde, aquella traidora parte de él, para devorárselo de un bocado. Los impulsos golpearon y soplaron, pero fracasaron. Entonces la mano se cansó, y dijo basta. Se cansó de las órdenes, de los tratados injustos, de semejante repartición de territorios abusiva, de todo el trabajo sucio. Se cansó de que Él tratara de abrirla en contra de su voluntad, así que en su lugar, la mano revirtió el proceso, y lo abrió a Él.