viernes, febrero 24, 2006

Ian




(---)
no recuerda el primer ataque, así que no es factible que ese haya sido el primero. Imaginense el mundo detrás de los ojos de una maquina que se sabe defectuosa, fallada, con el botón de reset algo dañado. Le costaba empezar a pensarlo, realmente le costaba.
(-----)
era liberador, de a ratos, permitía admirar las cosas de otra manera, poder echarle la culpa a algo. Pero enloquecía, enloquecía de su falla imposible, de su cortocircuito, hasta el punto en que sus conexiones se calentaban demasiado, y ya nada importaba.
(--------)
voz grave, tal vez. Se sintió contenido rodeado de tantos aparatos e instrumentos que tan oportunamente se apagaban y desconectaban, si bien les echaba en cara que sus apagones eran enteramente involuntarios, y por lo tanto, mucho mas loables y valientes. Pero ni él se lo creía. Después de tantos años, seguía sin poder recordar o reconocer a donde es que iba cuando se le caía el telón en la cabeza. O tal vez, lo mas terrible es que una parte suya quedaba enteramente despierta, o se despertaba, en esos apagones, y tan inconmensurable era ese mundo de cortocircuito, que al volverse a conectar, todo relato del viaje o momento era negado.
(-----------)
la gente entendía, o bailaba fingiendo entender. La música sonaba y los instrumentos eléctricos estaban ahí para acompañarlo. Él se sentía un profeta defectuoso, los sentía a todos demasiado, y realmente le dolía reconocerlo y cantárselos. Si tan solo pudiera conseguir que alguien me acompañara cuando se corta la electricidad, pensaba, podría saborear la esperanza, aunque fuera en forma de una remera que me pongo.
(-----------------)
terrible sería soportarlo una vez más, se dijo. Se sentía televisión, micrófono, sintetizador, radio, motor de auto, reactor nuclear, todo mal conectado y conectado a una antena parabólica. Cada nuevo ataque se sentía como electroshocks al alma. Y todo era tan gris, igual. No había mucho sobre lo que ponderar, ya no quería retorcerse más, no quería bailar más bajo los hilos de su enfermedad. Escuchen, les gritaba a todos con sus ojos, mientras su boca cantaba las palabras que ellos ya adoraban; escuchen, porque no hay nada que escuchar. Escuchen porque pronto no podremos escuchar más. Y justo cuando por un momento las caras del publico parecían profundizarse, como tratando de acercarse, como escuchando…
(----------------------------)
decidido, visito a todos los que sabía que no iban a estar. Se dirigió a ponerse a salvo en su casa, en el único lugar donde sabía que se iba a matar. Se dedicó unas horas más para una última contemplación, no una reconsideración de su decisión, sino un tiempo de nada para pensar en insignificancias inglesas de siempre. Tenía los canales de recepción tensos desde hacía demasiado. Entonces, en el momento justo, la radio, la televisión o una voz de algún otro lado, irreal, formuló la verdad necesaria, le concedió la razón, y sí, no queda otra, fue lo que él escuchó. Ian se colgó.
(…)

No hay comentarios.: