martes, agosto 17, 2004

Galaad

Sentado sobre el pasto esmeralda en el país verde, Galaad miraba al sol y pensaba. Él veía al sol como a su padre, o al menos eso era lo que ellos afirmaban. Ellos le habían enseñado esto y más, desde el momento en que había despertado a la conciencia.
Galaad era un Mesías, o al menos lo era para ellos. Él era puro, o al menos lo era para una parte falsa de él. Porque él sabia, no muy debajo de la superficie, sino muy conscientemente, que él no era nada por el estilo. Pero él nunca admitió saber esto, ¿porque habría de hacerlo? Vivía una hermosa existencia, rodeado de placeres que habían empezado a aburrirlo, sin embargo nunca había osado rechazarlos. La gente quería creer en algo, así que, ¿porque no ser ese algo para la gente? No había nada extraordinario en él, y sin embargo ellos se sentían a salvo creyéndolo algo más. No esperaban milagro alguno de él, ni ningún castigo, no esperaban mucha cosa de él, excepto el que representara lo que ellos quisieran que representara. Él era seguridad. Seguridad para ellos. Así que, ¿porque no hacer que sus vidas fueran mejores?
Galaad no tenía problema con eso. Él no sabia si era feliz o miserable con esta vida, pero cada vez que veía su cara reflejada en el lago, siempre estaba sonriendo.
Oh, bueno, un Mesías de verdad para todo el mundo, inclusive para esa parte de el que quería creer en eso, para poder ayudar. Pero, inevitablemente, siempre terminaba rumiando con el pensamiento acerca de su verdadera naturaleza
Él era solo un hombre, uno muy joven. Un hombre que adoraba mirar al sol, a las flores. Un hombre joven que simplemente estaba sentado cerca del lago.
Oh, bueno, Galaad no sabía esto, pero él estaba sonriendo de nuevo.
Se levantó y comenzó a caminar hacia el lago. Le gustaban las flores que crecían en la pequeña isla en el centro del lago. Esas flores tenían algo especial, o al menos eso le gustaba pensar. Cuando llegó a la orilla del lago, empezó a caminar sobre el agua, como solía hacer siempre. Unos pocos minutos más tarde él estaba oliendo las flores. Todavía, sin saberlo, él estaba sonriendo.

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