domingo, mayo 14, 2006

Durffheim

Durffheim ve rostros en su techo de madera. Ve ojos que una vez fueron árboles, ahora barnizados, desnudándolo desde tu techo de madera.
Durffheim se siente hermano de toda esta materia tan supuestamente inanimada, y esta seguro que con suficiente paciencia podría lograr que esos ojos escrutadores aceptaran compartir un trago con él.
Durffheim ya no escucha la música de los parlantes, porque siente que los rostros de madera tratan de decirle algo, pero hablan muy lento y para atrás.
“Estas enloqueciendo”, quiere creer que dicen, pero la locura es una puerta que solo los benditos pueden abrir, y Durffheim sabe que si prueba ese picaporte, no se abrirá.
“Estas lloviendo”, por un momento le parece escuchar. Y comprende; no va a decirnos que es lo que comprende, nosotros tendríamos que leerlo de su rostro, pero él es capaz de ocultarlo, tan bien y rápido le enseñan los rostros; él reconoce que algún día alguien como nosotros podríamos colarnos cual espermatozoides por un pequeño agujero en el preservativo del espacio tiempo para admirar la escena de cerca. Durffheim llora y llueve, comprende pero lo esconde, porque el momento es suyo y de los rostros de madera.
Durffheim acaricia los rostros en su techo de madera, masajea sus pestañas, aunque no pueda llegar tan alto como para tocarlos. No se animaría a hacerlo,

1 comentario:

Kintaro dijo...

me cago de gusto =)