viernes, septiembre 30, 2005

Zapada en Vidrio sostenido

Lao escribió en su cuaderno que yo estaba muerto, mientras yo desde la otra punta de la pieza no podía creer como mi compañero me vendía de esa manera. Debía de actuar rápido, porque la tinta estaba secándose, el pensamiento concretándose, los asesinos desperezándose.
Con toda la velocidad que pude sacar de mi imaginación, me acerque a Lao, atacando. Enterré mis dedos, ambos de ambas manos, en su cabeza, más específicamente rodeando sus orejas, cada respectiva mano con la respectiva oreja. Empuje hacia adentro, y cuando conseguí palpar las conexiones apropiadas, sujete y tire hacia fuera.
Sangre y porquería empezaron a fluir debido a mi acción, pintando la escena con colores anatómico-impresionistas. Ni falta hace decir que las cosas se pusieron sucias, debo haber arrancado veintisiete mundos, ocho soles orgánicos moribundos, dos millones setecientos noventa y cuatro cabezas parlantes de rasgos inimaginados, dos glándulas pineales, sesenta y un prostitutas vírgenes, dos dioses siameses, noventa mil cadáveres rellenos de algodón, y muchas atrocidades más de la retorcida cabeza de Lao.
Me puse a escarbar entre todo el reguero metadimensional, entre ese río de realidad incompleta, alucinada, ensombrecida por velas y aluminada por catacumbas que es la mente de un escritor. Y finalmente encontré la pequeña esfera que contenía el exacto acontecimiento de la traición Lao, mi sentencia de muerte. Me tragué la perla, que me raspó la garganta como una aspirina mal cortada, y me prometí ocuparme apropiadamente de cuando saliera por el otro lado de mi cuerpo, la próxima vez que fuera al baño. Repetí entonces el proceso deglutorio con la evidencia literaria de mi muerte, la infame hoja de papel escrita. El papel siempre tiene un gusto tan amargo.
Sin ganas, pero sintiéndome victorioso, me propuse volver a rellenar la mente del pobre Lao con toda su fantástica basura. Solo tardé noventa horas de mi antimatemático tiempo, gracias a que me ayude con una gran pala.
Trabajo terminado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Leyendo esto me acordé de Schism, el Aleph y la Exhibición de Atrocidades de JG Ballard, entre muchas otras cosas. Todas diapositivas.