viernes, agosto 12, 2005

El mano


Él se volvió hacia su mano, mordiéndose los labios. La sostuvo enfrente suyo, gracias a su brazo, y entonces le ordenó que se abriera. Le exigió que se abriera, que floreciera estirando sus dedos como pétalos, dejando ver el mapa de líneas de su palma, dejándola respirar. Los nervios que iban de la mente a la mano estaban saturados, congestionados, atiborrados, inundados de señales eléctricas, cuyo equivalente simbólico sería algo como “MANO SOY TU DIOS ABRITE AHORA MIERDA”. Pero la mano se tragaba, se bebía todas estas órdenes, tranquila y sádicamente, como el suelo seco que se traga las ultimas gotas de agua en silencio. Más y más impulsos eléctricos, cuyo equivalente cromático sería rojo sangre y negro mortaja, seguían naciendo en la mente, y seguían siendo tragados indiferentemente por la mano, que reía en silencio y mantenía su subversión. Los impulsos dejaron entonces de tratar de llegar a la mano, para pasar a tratar de atacar, violar, penetrar la insolencia de la mano. Impulsos que podían llegar a compararse en un plano mítico con un Saturno resucitado y desatado, hambriento y asesino, buscando a su hijo rebelde, aquella traidora parte de él, para devorárselo de un bocado. Los impulsos golpearon y soplaron, pero fracasaron. Entonces la mano se cansó, y dijo basta. Se cansó de las órdenes, de los tratados injustos, de semejante repartición de territorios abusiva, de todo el trabajo sucio. Se cansó de que Él tratara de abrirla en contra de su voluntad, así que en su lugar, la mano revirtió el proceso, y lo abrió a Él.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Este me encanto!! (Y) buenisimo!!! Ahora sigo leyendo..







Idioto :P