martes, abril 12, 2005

Zen y el arte de recargar pilas

Todo se esparce y desaparece. Los últimos adictos se retuercen por las calles, epilépticos frente a la Luna, y son rápidos en huir de mí a mi paso.
Se nota desde lejos que ya no tengo mas pilas, el discman no anda. Sin mis melodías es fácil reconocer que soy peligroso, mi espada esta suelta e impaciente.
Calles y pies, adornen de sonidos este lento y aburrido caminar. Si pudiera encontrar un enchufe donde poder recargar las pilas.
Una asustada sombra de lo que una vez fue un hombre se inquieta, y tratando de esquivarme a tiempo, tropieza y queda estúpidamente desconsolado a mis pies.
Sabiamente esquiva mi mirada glaciar, y en un último intento de salvar su pobre vida, revuelve con desesperación su rotosa bolsa de viaje.
Busca a través de incontables jeringas, bisturís, pastillas de diversos tamaños, plantas venenosas y sales marcianas. Intuyendo como mi paciencia se va acabando a un ritmo escalofriante, su velocidad de búsqueda se acelera proporcionalmente al temblor de su cuerpo.
Justo en el instante final, antes de cerrar mis ojos y cederle mi voluntad a mi sádica espada, el triste despojo extrae un objeto y lo alza con dos manos frente a mí, como si se tratase de un escudo.
Detengo mi acción finalizadora, y observo la ofrenda. Un libro, increíble, hacia rato no veía uno. Realmente estoy sorprendido, y con dificultad de esconder mi sorpresa. El adicto algo intuye, ya que sus temblores van ralentizándose.
Alcanzo a leer el titulo, que dice “Zen y el arte de recargar pilas”. Sonrío ampliamente, una sonrisa totalmente fuera de lugar en este escenario.
Agarro el libro con alegría y curiosidad. Con mi espada marco al infeliz inútil desde su mandíbula hasta la oreja, con mi bendición.
El desastroso individuo se lame las manos con éxtasis, llora, y mientras se aleja arrastrándose, me tira besos a los pies. Sabe ahora que si lo encuentro yo o alguien más, viendo esa marca no le harán daño.
Y ahora abro el libro, pagina 1: “Recargar las pilas no es una tarea como cualquier otra. Todo se esparce y desaparece…”

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